En 1911, el ingeniero Karl von Terghzai (Praga 1883, Massachusetts 1963) obtuvo su doctorado en ingeniería de la Universidad de Graz, Austria, gracias a la publicación de sus estudios sobre la construcción de estructuras especializadas para centrales hidroeléctricas, los mismos que luego fueron base de los estudios que lo llevaron a publicar el Erdbaumechanik, en 1925, libro considerado fundamento de la mecánica de suelos, y en consecuencia de la ingeniería civil y la geología. Antes de morir, y en colaboración con Ralph Brazelton Peck, dejó otra obra que se considera infaltable en la biblioteca de todo ingeniero: “Mecánica de suelos en la práctica de la ingeniería”.
Guiado por su padre, un militar austríaco, buscó primero su camino en la milicia y participó en la Primera Guerra Mundial. En las filas del Ejército se encontró con la ingeniería y la construcción, conocimientos por los que abandonó las armas y comenzó sus estudios, hasta obtener el doctorado y ganar fama por sus grandes aportes a la solución de problemas constructivos en grandes obras, especialmente centrales hidroeléctricas, que fueron parte de sus intereses más caros y fundamento para el desarrollo de sus estudios del suelo “como un material de ingeniería cuyas propiedades pueden ser medidas con instrumentos estandarizados”. Los constructores contemporáneos reconocen su carácter de pionero y su valor como referente que demanda que todo proyecto comience con un buen estudio de suelos.
En virtud del reconocimiento que ganó con su primera publicación científica, fue invitado como profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde permaneció entre 1925 y 1929, antes de regresar a su natal Europa. En el Viejo Continente desarrollo actividades de consultoría y docencia durante nueve años, que para muchos de sus biógrafos fueron los más activos y fructíferos en sus aproximaciones a las bellas artes y la política. Entonces, ganó prestigio de gran conversador y como formador de intelectuales y profesionales de la ingeniería.
De aquellos años datan sus principales conceptos no técnicos y la razón por la cual convirtió a Estados Unidos en su segunda patria, al punto de que obtuvo la nacionalidad en 1943. Como profesor y consultor, fue invitado de nuevo a Rusia, hecho que le permitió palpar en persona las realidades del comunismo que por los años treinta gozaba de cabal salud y mucho prestigio entre ciertos círculos académicos autoconsiderados “progresistas”. El contacto con lo que allí pasaba lo “horrorizó” al punto de que se proclamó opositor al régimen comunista, al que denunciaba porque sus verdaderas expresiones eran “la brutalidad y el caos”. Aquel fue el principio de una serie de duras confrontaciones con el totalitarismo al que le coqueteaban los europeos.
Dado su prestigio profesional, fue invitado por el propio Adolf Hitler a participar del grupo responsable del diseño del centro nazi de Nuremberg, sede de los más famosos mítines del dictador. Por cuenta de esa participación se ganó señalamientos que en 1936 lo llevaron a publicar su más célebre frase de carácter político: “La Patria me muestra como un nazi, los nazis como un bolchevique y los bolcheviques como un idealista conservador. Por cierto, solo uno de los tres podría tener la verdad y ese es el bolchevique”. Su sentencia constituye para Occidente un legado tan importante como el que tuvo la Ingeniería con sus estudios de suelos. Y es que ella resume, como pocas otras, que la libertad y la razón son fundamento de la democracia y la civilización contemporáneas, las mismas que estuvieron en peligro en la Segunda Guerra Mundial y que no dejan de enfrentar las amenazas de organizaciones extremistas.
En 1938, vísperas de la gran tragedia, abandonó su continente natal y se afincó en la Universidad de Harvard, donde permaneció como profesor e investigador hasta sus 70 años, cuando cumplió la edad de retiro forzoso. Fruto de sus investigaciones, legó a la ciencia cinco libros y distintos ensayos académicos. Gracias a ellas es recordado por la central hidroeléctrica de Columbia, Canadá; el premio Karl Von Terghzai, entregado desde 1960 por la Sociedad Estadounidense de Ingeniería Civil, y la Biblioteca Terghzai y Peck, del Instituto Geotécnico de Oslo. Para la humanidad es un orgullo un ciudadano global, con su sapiencia académica y lucidez política.