Sin lugar a dudas una de las
curiosidades más dramáticas de la naturaleza, por sus consecuencias
destructivas, es el fenómeno geológico conocido como licuefacción de los
suelos. Se trata de la acción ejercida sobre el suelo, por una carga que actúa
como fuerza externa en suelos jóvenes, pertenecientes generalmente al holoceno.
Como consecuencia de esta fuerza, los suelos toman estado líquido, inestable,
debido al desequilibrio de un talud.
Puede que como ingenieros civiles
o estudiantes el término licuación de suelos o licuefacción (este último sacado
de la palabra en ingles liquefaction), no sea un tema profundamente abordado en
ninguno de los niveles de educación, a veces ni siquiera se tiene en cuenta en
lo más mínimo a la hora de evaluar y realizar un proyecto. Sin embargo es una
amenaza latente para las edificaciones en las que no se haya previsto este
fenómeno, que en la ingeniería moderna es fácilmente evitable con múltiple
soluciones que abordaremos más adelante.
Lamentablemente, y como ocurre en
muchos campos de la ciencia, los avances empiezan con grandes tragedias y en la
ingeniería civil no es la excepción a la regla. Uno de los símbolos de este
fenómeno es el terremoto de Niigata, Japón 1964, donde se evidencio un
grave problema en el conocimiento del comportamiento de los suelos en la
ocurrencia de un sismo, desde entonces se han hecho avances en el comprensión
de la licuación y sus consecuencias, logrando el desarrollo de nuevas tecnologías que mitiguen sus acciones
destructoras. Aunque existe un avance evidente no se ha observado el mismo
progreso en la difusión he importancia que tiene este peligroso fenómeno y
evaluarlo de forma independiente para cada proyecto.
Ya evaluado la importancia sobre
el conocimiento en el tema es importante dar una definición sencilla y sin
adornos de este fenómeno. Licuación en términos sencillos es el cambio de
estado de un suelo granular y saturado de solido a liquido (parcialmente) por
efecto de movimientos sismos, esto conlleva a la pérdida de capacidad de un
suelo a sostener una estructura en donde la presión de poros se incrementa por
el ascenso del agua. Hay muchas condiciones que facilitan la ocurrencia de este
fenómeno, entre las que podemos enumerar; 1) tipos de suelo, en este apartado
tienen una especial relevancia propiedades mecánicas y de formación del suelo,
cohesión, relación de vacíos, tamaño de los granos entre otros, ya que el
potencial de licuación aumenta en suelos sin cohesión o muy baja, sueltos y con
presencia de agua 2) la magnitud y la duración del sismo, comúnmente hacemos
evaluaciones para sismos de magnitudes mayores a 6 y 3) la profundidad de los
estratos con potencial a licuación, normalmente el potencial se incrementa si
los primeros 6 metros cumplen con las premisas, sin embargo para la evaluación
de este fenómeno se debe contar con una
litología de por lo menos 10 metros de profundidad.
Una de las primeras decisiones
que debe tomar el ingeniero proyectista es contratar un estudio geotécnico “serio”,
que contengan ensayos que permitan evaluar las capacidades mecánicas del suelo
y conocer su litología para tomar
decisiones acertadas sobre las fundaciones y el comportamiento suelo-estructura
de la edificación. No obstante es aquí donde tenemos otro talón de Aquiles,
sobre todo en países latinoamericanos es donde más se falla hoy en día, por
querer ahorrar en estudios y ensayos que no son tangibles para el proyecto,
pero en realidad un estudio geotécnico o ensayo extra no va a impactar significativamente
sobre los costos de un proyecto y hasta nos puede restar gastos en la
construcción o en el mantenimiento del mismo.
En conclusión, como profesionales de la Ingeniería es importante hacernos preguntas básicas como
¿Estamos en una zona sísmica? ¿El suelo pertenece a una formación sedimentaria
reciente? ¿Hay nivel freático o presencia de aguas de infiltración? ¿Tenemos un
estudio de suelo confiable? Al final debemos garantizar que al responderlas
podemos seguir con el proyecto aminorando las posibles fallas.